Raúl Iturra
Era un hecho muy sabido pero nunca comentado, que la mujer de mi amigo el Párroco, era su cocinera, de la familia de los Ferradas, esos que habían comenzado la guerra civil en 1870, hasta correr con la Reina Isabel II, su corte y miembros de mi familia que eran de la Corte, para Italia. Fue el tiempo en que los Medela perdieran sus tierras, no las recuperaron, hasta que la Monarquía volvió y los Medela volvieron a su tierra, ahora como propietarios y no como usufructuarios. Fue la época en que comenzó el Patruciado en propiedad. Ser Patrucio, es ser dueño de todo lo que se heredad, manda en la familia y es cabeza de familia. Los restantes miembros, recibían pequeños trozos de tierra en compensación, algún dinero o ayuda para construir una nueva casa o darles trabajo. Hasta el día de hoy, el Patruciado existe, pero de forma diferente: hay cooperativas de fabricantes de leche y el Patrucio es quién demuestra la habilidad de saber criar vacas de raza, que son de la cooperativa, como he explicado en varios textos escritos por mí, sobre Galicia. Para estar ciertos que acontecerá de esa manera, el posible Patrucio debe casar joven, tener hijos, aprender en cursos especializados y con su padre, hasta el día en que éste ya no puede trabajar más, debe pasar la tierra, como manda el Sindicato de la cooperativa, a su hijo casado y con la seguridad de que la línea se mantendrá. El Sindicato no es de los productores, es del Estado que fiscaliza la cooperativa de propietarios, para hacer de Galicia un país rico en producción de leche, exportada en polvo, al extranjero. Producción hecha con máquinas propias o de la cooperativa. El padre puede vivir en casa del hijo, como jubilado, pago por el Sindicato de Productores y Propietarios. Si el hijo no tiene habilidad, casan a una hija en contrato nupcial con el hijo de algún amigo o pariente, siempre dentro de la familia, para que la pequeña propiedad no acontezca más. El mayor productor, tiene derecho y obligación a comprar las tierras de pequeños productores y hacerse con ellas. Es así que el Vilatuxe que conocí, están prácticamente dividido, todos sus lugares, entre dos grandes productores, que mandan y orientan sobre la producción de los más pequeños: son sus empleados. Dos conocí yo, que estaban a ser los dueños de la tierra de toda la Parroquia, Nieves Arca de Fernández, y su hermano de Gondoriz Pequeño, Guillermo Arca Taboada, hermano de Nieves que de allí venia.. Fue en ese tramo que los dejé y ahora vuelvo para saber qué pasa. Porque el Sindicato que conocí era de pobres propietarios i jornaleros, en los años 70. Cuándo con Pilar visitamos el Sindicato, nos encontramos con una Asociación de Señores. Me dijo el Presidente: pero no era esto lo que el Seños Doctos preconizaba en los años 70? Toda la tierra junta? Pues, éste es el resultado. Refuté que yo no buscaba un Sindicato de ricos, obligados los pobres a vender sus pocas tierras a los mayores productores. Quedamos tristes, Pilar y yo y en esos días, ya casi Siglo XXI, me dediqué a formar sindicatos de los sin tierra o de los con poca o nada, apenas sus casas. Las genealogías buscadas por mí otra vez en ese re estudio, era de vacas, su pedigrí, y su genealogía… A ver vamos…
Fue la conversa de los curas que me llevara a este desvío, como complemento de lo que paso a decir ahora. El párroco sabía lo que venía y trató de todo para que su mujer quedara bien segura en el lugar de Vilatuxe, con tierras, una casa re hecha, en la pase del Paço medio destruido que había y era habitado por los parientes de la mujer del cura. Que la empleada era la mujer dl Párroco, dentro de casa no se ocultaba, apenas que nunca lo comenté con nadie.
Los que comentaban eral los Sacerdotes, en la hora de ese tremendo almuerzo. Cada uno preguntaba al otro como estaba la familia, porque ahí los hijos del cura no son sobrinos, como en Portugal, son hijos bautizados y reconocidos y muchos, en secreto, eran casados por otros colegas. Había una más joven y guapo, a quién se le preguntaba cómo estaba su compañero el Sacristán. De ojos regalados, contaba y miraba mucho para mí, se sentaba siempre a mi lado, tocando mis piernas con las de él. Nunca fue ni expulso ni castigado, como acontece hoy, en que las relaciones dentro del mismo sexo son permitidas por ley, excepto la pedofilia, contra la cual mucho luché en los 70 y 90, en Vilatuxe.
Acabado el almuerzo, entre café y coñac, las gandulerías de hombre y mujeres eran contadas. No rehíce mi lista de casas de familia, no valía la pena. Era sabido que la mujer de NN de día vivía en su casa con su marido e hijos y de noche en la de XX, en cuánto la mujer de XX iba para la del soltero Carlos – hay tantos, que puedo decir el nombre sin delatar el apellido. Pasaba, a veces, días enteros y todos sabían. Otro Padre le decía al Párroco que hablara con el jóven-jóven de 20 años de Gondoriz Grande, porque de tanta masturbación u onanismo, podía quedar tonto, que era lo que se pensaba en esos días. Yo callaba, oía, apuntaba como loco, y que el jornalero de uno de los lugares, se acostaba con adolescentes o con niños pre púber, por dinero. Descubrí una pequeña red de prostitución de todo tipo, sobre la cual nada hablé, hasta ahora. Mi ilusión y amor por Vilatuxe era y es muy grande. Como en los años 90 oí las historias de jóvenes casadas, abusadas por sus padres. Ya eran adultas y confiaban en mí, nunca había hablado de lo que no se debía, social y biológicamente, hacer. Muchas madres huían de casa con sus hijos varones para evitar relaciones de éstos con sus padres.
Ellos muy bien sabían ese artículo citado antes, del catecismo, pero una cosa era la vida ritual, otra la vida social. La ritual era pública y se mostraba vivir de acuerdo a ella. La social, era escondida y sinuosa, como pude observar en los juegos de recoger hojas de árboles de otoño: los hombres querían agarrar los pechos de las mujeres de otros, las mujeres, el pene e testículos de los no maridos. Una me cayó por encima en 1975, Noviembre y me convidó a su cama, a la que no fui. Cuándo la vi de nuevo 22 años mas tarde y la provoqué – yo había quedado herido emotivamente en los años de mi juventud, le dije, bueno, mujer, ahora que tu marido no puede ni andar, no me quieres en tu cama? Respondió: Ay! Don Raúl, eran cosas de juventud, además mi hija va a ser la Patrucia de da La Varela, porque ya firmamos contrato con el padre del mozo que hereda a su padre. La vida está muy seria ahora! Y si no me porto bien, mi eminente con suegro puede acabar el contrato, y que sería de mi hija si nada tenemos para ella?
Fue una de las pocas que sobrevivió a los cambios rápidos y bruscos para los Lugares de Vilatuxe. El hijo mayor, Javier, próximo Patrucio, de Santiago el Panadero, Santiago Pompin de Carretera, desesperado por no poder guiar un tractor, se tiró con tractor y todo monte abajo y murió. Como había acontecido con Santiago, le tiraron la Panadería, le dieron un tractor, se accidentó e falleció. Teresa, la hija mayor, para substituir estos desastres, se buscó un marido en el joven amigo de Paula de los años 70, Florentino Rodríguez como su papá, lo trajo a su cama. Se casó con él y pasaron a ser los mejores productores de leche de esa parte de abajo de Carretera.
Que entre tanta cosa no llevaban vida ritual? Y la comunión cuotidiana de la mujer del Cura? Y la mía? El Párroco me dijo un día: Raúl, te veo comulgar pero nunca oí tu confesión. Iba yo a confesarme, hombre sin fe, con un cura que todo contaba? Dije que mi confesor era el capellán de la Universidad…Ni un tic del ojo me saltó…
Porque los católicos tienen ésta otra parte del sacramento de la penitencia, como ahora lo llaman:
El nombre de este sacramento
1423 Se le denomina sacramento de conversión porque realiza sacramentalmente la llamada de Jesús a la conversión (cf Mc 1,15), la vuelta al Padre (cf Lc 15,18) del que el hombre se había alejado por el pecado.
Se denomina sacramento de la Penitencia porque consagra un proceso personal y eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano pecador.
1424 Es llamado sacramento de la confesión porque la declaración o manifestación, la confesión de los pecados ante el sacerdote, es un elemento esencial de este sacramento. En un sentido profundo este sacramento es también una "confesión", reconocimiento y alabanza de la santidad de Dios y de su misericordia para con el hombre pecador.
Se le llama sacramento del perdón porque, por la absolución sacramental del sacerdote, Dios concede al penitente "el perdón y la paz" (OP, fórmula de la absolución).
Se le denomina sacramento de reconciliación porque otorga al pecador el amor de Dios que reconcilia: "Dejaos reconciliar con Dios" (2 Co 5,20). El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la llamada del Señor: "Ve primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5,24).
El texto todo y la prohibición de contar lo que se oye, se puede leer rem: http://www.vatican.va/archive/ESL0022/_P49.HTM
Como esas confesiones en su carro de uno de los profesores del Aglomerado escolar, un joven digno y apuesto, me contaba un día que su mujer no quería nada con él, que qué podía hacer. Le recomendé o amante o prostituta, un secreto apenas para los dos, desde que a mí nada me contara. 21 años después, con 40 años muy avejentados y en tribunal por hacer el amor con sus estudiantes. Ya acontecía antes, se confesaba cada vez y su confesor me lo contaba. Era un hombre de otras tierras, en Vilatuxe nadie lo conoce.
segunda-feira, 7 de junho de 2010
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