domingo, 12 de setembro de 2010

Esperanza, una historia de vida (3), por Raúl Iturra

(Continuação)

Los continuos ataques marítimos sin embargo, provocaron la decadencia de las ciudades costeras y el comercio (especialmente con Bizancio y Europa); y la migración de gente hacia terrenos rurales o ciudades del interior que permanecieron intactas como Lugo, Braga o Astorga.


En el siglo X, el árbitro de la política gallega será S. Rosendo. Fundador del monasterio de Celavona, ponía y quitaba reyes, impulsó el monacato, combatió a los normandos y realizó un esfuerzo civilizador en una época de crisis y agitación

En los siglos XI y XII, el Reino de Galicia, liderado por los obispos de Santiago de Compostela y los condes de Traba, conoce una época brillante en lo religioso (peregrinaciones europeas, auge de los monasterios como Oseira, Sobrado de los monjes, San Esteban de Ribas de Sil o San Clodio) en lo político (concesión de fueros a las ciudades por parte de los reyes de León y Galicia Fernando II y Alfonso IX) y en lo artístico (románico). Son hitos fundamentales del momento el inicio de la catedral compostelana por el obispo Diego Peláez en 1075, la coronación por el obispo Diego Gelmírez del hijo de Urraca Alfonso VII en Santiago de Compostela como rey de Galicia en 1111 y la concesión del Año Santo Jubilar Jacobeo por Roma en el año 1181 .

La sucesión de Fernando III el Santo (1230-1254) al trono de los reinos de Galicia y León, supuso según López Carreira el comienzo de una etapa de decadencia y una negativa evolución de los intereses generales del reino, siendo la nobleza condal gallega y los ayuntamientos de los burgos gallegos los grandes perjudicados al verse apartados del alto nivel de las decisiones de una corte radicada en Castilla, y de la que Galicia pasaba de núcleo cultural a periferia de una corona gobernada por castellanos.

En Galicia y León se mantuvo como código legal el Liber Iudicium al contrario de lo que aconteció en los territorios castellanos. Incluso cuando los asuntos eran juzgados por la corte estos se despachaban de acuerdo con el código vigente en cada corona. Sin embargo, se inicia una política de tendencia centralizadora que se mantiene durante el reinado de Alfonso X, que introduce por vez primera un representante judicial del Reino en el gobierno de Santiago de Compostela, y poco más tarde entregará la sede compostelana al arzobispado de Valladolid, comenzando un proceso que acabará por sustituir los obispos gallegos por funcionarios castellanos.

La unificación definitiva de los tres Reinos se produce, en 1230, con el rey Fernando III, apodado "el Santo" en crónicas posteriores. Hijo de Alfonso IX de León y Galicia que se casó en segundas nupcias con Doña Berenguela de Castilla. Fernando III no respetó el testamento de su padre que dejaba los reinos de Galicia y León a Doña Sancha y Doña Dulce, hijas que tuviera con Doña Teresa de Portugal en su primer matrimonio, con lo cual la tendencia del Reino iba a ser cara a los intereses de Castilla, tomando importancia Toledo en detrimento de Santiago de Compostela como sede arzobispal y de León como ciudad regia. Le sucedió Alfonso X el Sabio, exponente del esplendor de la lírica en gallego (Cantigas de Santa María). Al frente de Galicia queda ahora un Adelantado Mayor del Reino, representante de la Corona y designado de entre la nobleza autóctona. Entre los adelantados mayores del Reino de Galicia destacó Payo Gómez Chariño pacificador del Reino, famoso almirante e insigne poeta en lengua gallega.

Tras la muerte de Sancho IV, la integración de Galicia en una corona conducida desde Castilla, sólo se vio alterada por el intento de D. Juan de la Cerda de restaurar la corona galaico-leonesa independiente en 1296, y por las guerras entre los Trastamara y los petristas. La alta nobleza gallega de los Castro, de querencia petrista, llegó a proclamar rey en Galicia a Fernando I de Portugal en 1369 y más tarde al duque de Lancaster Juan de Gante en 1386. Este conflicto dinástico se enquistó durante décadas en Galicia y concluiría con la derrota de los Castro a manos de la nueva dinastía real y con ella, el final del papel preponderante de la nobleza gallega en la corona, desde 1369 en poder de los Trastamara. Una nueva aristocracia galaica, más fragmentada, emergería con los Andrade, los Castro, los Moscoso, los Soutomaior, los Osorio o los Sarmiento, cuya cabeza, el conde de Ribadavia, ostentaría la condición de adelantado mayor del Reino de Galicia.

El movimiento social más significativo de las historia de Galicia fue el levantamiento irmandiño. Una revolución popular que destruyó la mayor parte de las fortalezas de la nobleza gallega del siglo XV. Esta era un estamento semiindependiente, dividido y depredador que estuvo puesto en jaque por las fuerzas populares que gobernaron mediante juntas el Reino de Galicia durante más de dos años. La corona castellana decidió finalmente apoyar a los señores, aunque exigiendo que los castillos no fuesen reconstruidos y sometiendo a aquellos a la autoridad de un virrey-gobernador foráneo que presidía la recién creada Real Audiencia del Reino de Galicia. Los enfrentamientos de la aristocracia gallega con los Reyes Católicos dan entrada a Galicia en la Edad Moderna. Nobles levantiscos como Pardo de Cela (decapitado en Mondoñedo) Pedro Madruga de Soutomaior (exiliado a Portugal y asesinado) o el Conde de Lemos (confinado en la Galicia oriental) escribirían las últimas páginas de una Galicia feudal que moriría con ellos para siempre, para entrar en lo que se denominaría el "Estado Moderno" representados por las Coronas de Castilla y Aragón unificadas.

La expresión «Doma del Reino de Galicia» es acuñada por Jerónimo Zurita y Castro, historiador célebre por su obra Anales de la Corona de Aragón del siglo XVII, en la que trabajó durante treinta años. En ella reseña los sucesos de Aragón en orden cronológico desde el período musulmán hasta el reinado de Fernando el Católico y se refiere al reino de Galicia en los siguientes términos:

En aquel tiempo se comenzó a domar aquella tierra de Galicia, porque no sólo los señores y caballeros della pero todas las gentes de aquella nación eran unos contra otros muy arriscados y guerreros, y viendo lo que pasaba por el conde —que era gran señor en aquel reino— se fueron allanando y reduciendo a las leyes de la justicia con rigor del castigo. Volvió el rey de Galicia a Salamanca en fin del mes de noviembre, y desde aquella ciudad se envió su audiencia real formada a Galicia, para que residiese en aquel reino y con la autoridad de los gobernadores y jueces que allí presidiesen y con rigurosa ejecución se administrase la justicia; y el arzobispo de Santiago les entregó su iglesia habiendo pasado por el estado del conde de Lemos y por todas las otras tierras de señores que hay hasta llegar a su arzobispado sin ser recibidos los oidores: tan duros y pertinaces estaban en tomar el freno y rendirse a las leyes que los reducían a la paz y justicia, que tan necesaria era en aquel reino, prevaleciendo en él las armas y sus bandos y contiendas ordinarias, de que se siguían muy graves y atroces delitos y insultos. En esto y en asentar otras cosas, se detuvieron algunos días el rey y la reina en la ciudad de Salamanca. La interpretación de algunos autores posteriores, a pesar de lo ambiguo del texto, fue en el sentido de presentar un conjunto de actos, como el resultado de una política de «doma y castración»:

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