sexta-feira, 24 de setembro de 2010

Una reflexión a partir de tu artículo sobre la homosexualidad. (uma carta de Josep Anton Vidal)

Do nosso amigo e colaborador Josep Anton Vidal, recebi esta mensagem. Editor e educador, embora no essencial não esteja de acordo com aquilo que defendi no meu post sobre a "Homofobia", faz uma abordagem que considero bem fundamentada e que, parece-me, contribui para o esclarecimento da principal questão que levantei - devem os casais de homossexuais ser ou não autorizados a adoptar crianças? Leiam o que diz o nosso Josep Vidal.

Carlos,

He leído con muchísimo interés tu artículo sobre la homosexualidad. Aunque estoy de acuerdo contigo en casi todo lo que dices, considerado punto por punto, y en la firmeza con que defiendes una "normalidad" civil y cívica para la homosexualidad, me costaría afirmar que comparto al cien por cien la argumentación que sostienes en su globalidad. Creo que en algún momento se rompe la conexión entre la argumentación y la conclusión. Pero el tema que abordas tan valientemente es más complejo de lo que permite desarrollar la extensión de un artículo, y además, como muy bien señalas, ni el lenguaje facilita la precisión ni la presión social permite adoptar el punto de vista distanciado y objetivo que conviene al análisis y la reflexión sobre un tema que, además de ser complejo, está tan contaminado por prejuicios diversos. Por esta razón me permito apuntar tres aspectos de tu argumentación que, siendo ciertos, no me parecen válidos para sostener conclusiones de aplicación exclusiva a las personas homosexuales, sino que, en virtud de esa "normalidad" civil y cívica, nos afectan por igual a todos.

En primer lugar: me repugna ese exhibicionismo torpe, chapucero, que acompaña las reivindicaciones homosexuales. Pero me repugna igualmente el exhibicionismo torpe y chapucero que acompaña la "normalidad" heterosexual. Como muestra, un sinfín de programas televisivos, filmes y conversaciones y comportamientos en todos los niveles de la vida social. Es, en uno y otro caso, un exhibicionismo patológico, porque nace de una de las graves enfermedades sociales que nos afectan. Podríamos extendernos muchísimo aduciendo ejemplos, pero es probablemente innecesario. Podríamos hablar de la diferencia de intensidades entre el exhibicionismo de los unos y de los otros. No existe, por ejemplo, un desfile de exhibición heterosexual... Pero existe una exhibición ancestral de estereotipos de masculinidad y de feminidad que han impregnado a lo largo de siglos nuestra cultura y nuestra "normalidad" hasta tal punto de excluir de la normalidad a todo aquel que no responda a esos patrones. La misma actitud benevolente y la condescendencia con que se "acepta" la normalidad de la homosexualidad en las mentalidades más abiertas, liberales y democráticas es, por sí misma, un indicador de la desproporción entre la posición de unos y la de otros. No es una "normalidad" real aquella en la que una de las partes constituyentes ha de ser aceptada o reconocida por la otra, porque la necesidad de aceptación indica que la normalidad no tiene existencia real sino que es un objetivo a conseguir. Así pues, al exhibicionismo patológico se añade un exhibicionismo cultural y ancestral, que, cuando responde a los patrones tradicionales de la "normalidad" puede permitirse ser de "baja intensidad", es decir, no necesita amplificadores, y en el caso contrario, en cambio, se ve fácilmente impelido a ser de "alta intensidad" y proveerse de unos potentes sistemas de amplificación. (El hecho de que esa amplificación sea torpe y chapucera obedece a razones diversas, entre las cuales están la inhibición de la sensatez de muchos, la presión de determinados tabúes en otros y, en una proporción importante, el mal gusto, el kitsch y la ordinariez, tan presentes en tantos otros ámbitos de la normalidad social.

El segundo apunte se refiere a algo que me interesa especialmente, por mi condición de educador. Los derechos de los niños deben estar por encima de todo, dices. Naturalmente, pero esos derechos son un nivel de concreción en el marco de los derechos humanos y, por tanto, no son distintos a éstos. La defensa de los derechos humanos se da en dos dimensiones de responsabilidad: la creación de las condiciones sociales en las que sea posible el ejercicio del derecho, y la creación de los mecanismos de defensa social que permitan restablecer la justicia allí donde algún derecho sea atacado. La negación de la adopción a una pareja de personas del mismo sexo parece ser que formaría parte de la primera de esas dos dimensiones de la responsabilidad ante los derechos humanos, puesto que no puede formar parte de la segunda. Pero, ¿realmente esa restricción optimiza las condiciones sociales para el ejercicio de los derechos humanos? Permíteme un ejemplo probablemente demasiado simple: negar la paternidad a alguien que no va poder alimentar a sus hijos –alegando el derecho de toda persona, y concretamente de los niños, a recibir alimento– no crea condiciones sociales para el ejercicio del derecho. Como educador he visto crecer niños en ambientes de hostilidad extrema: agresiones físicas, alcoholismo, drogodependencias, fanatismo ideológico de signos muy diversos, represión, palizas y castigos desproporcionados y humillantes, violación... Cuando enumero cada uno de estos extremos estoy pensando en personas concretas, en niños y niñas que he tenido como alumnos, personas con cuya existencia he estado comprometido como educador... Muchas de aquellas situaciones son hoy "legalmente" constitutivas de delito y denunciables. Antes no lo eran y, si lo eran, no contaban con ningún apoyo social y la denuncia caía en saco roto o empeoraba la situación de las personas. Hoy no sólo son "denunciables" sino que las víctimas tienen a su favor la sensibilidad social, aunque esto no siempre se traduce en eficacia social en el tratamiento de estas patologías.

He pensado a menudo que la vida, llámale biología o naturaleza, dota a las personas de una capacidad de resistencia sorprendente. Y utilizo la palabra "sorprendente" porque su acción no responde a la lógica de causa y efecto, que en cuanto a las conductas sociales tan definitiva parecía a las mentalidades decimonónicas de las que se nutrió la educación de buena parte del siglo XX y tal vez hasta nuestros días. De ambientes tan hostiles hacia la persona como algunos que he conocido, de situaciones tan poco educativas y humanamente tan poco estimulantes, ¿qué tipo de persona podía surgir? En mis años de joven profesor me planteaba a menudo este interrogante. Luego, con los años, he visto que las reglas de causa y efecto no son infalibles, sino al contrario, terriblemente falibles, inexactas. En educación, los pronósticos basados en relaciones de causa y efecto suelen fracasar, porque existe un factor social de "corrección". Afortunadamente, la educación no es sólo tarea de la familia y de la escuela. La sociedad actúa permanentemente. El entorno de relaciones personales, el entorno laboral, las relaciones afectivas, los medios de comunciación, la vida social que rodea a la persona, dibuja una estructura de relaciones de una diversidad y una potencia educativa enormes. Por eso, el fracaso educativo, el fracaso familiar, y el fracaso escolar son, sobre todo, un fracaso social. Y no se corrigen con medidas sólo escolares o sólo familiares, sino con medidas de corrección social.



No es una divagación gratuita, sino para constatar que en nuestra sociedad no suele restringir a nadie la posibilidad de ejercer la paternidad -salvo por la comisión de un delito o por razones tan incosistentes en relación con la educación infantil como las disputas entre los cónyuges llevadas a los tribunales-. No se restringe el derecho a ejercer la paternidad ni siquiera existiendo síntomas patológicos evidentes para suponer la incapacidad de ciertas personas para hacerlo de modo que sean preservados los derechos del niño (pienso, por ejemplo, en aquella madre de religiosidad exacerbada y patológica que obligaba a su hijo prepúber, mientras ella lo bañaba, a mirar al techo para que no pudiera sentirse inducido al pecado por la contemplación de los propios genitales). Y es por eso que no entiendo que la preservación de los derechos del niño se exacerbe ante la posibilidad de que una pareja de personas del mismo sexo puedan asumir la responsabilidad del cuidado y la educación infantil, teniendo en cuenta, además, que existe probablemente un plus de voluntad y de consciencia en las personas que asumen el compromiso de la paternidad a contracorriente y tienen que luchar y dar la cara permanentemente por él. Por tanto, no podemos hacer prevalecer la suposición de lesión de derechos en una situación, cuando no cuenta para nada en el resto de los casos. Porque eso se escapa de la normalidad. Sí podemos, en cambio, continuar trabajando en las dos líneas de defensa de los derechos humanos a que me he referido antes, y eso afectará por igual a los niños crecidos en familias bisexuales, en familias monoparentales, en aquellas en que una niña convive desde pequeña con sus dos hermanos varones, el padre viudo, el abuelo y un tío soltero, y en aquellas en que la madre divorciada convive con su propia madre, sus dos hermanas y su hijo varón... Y, no veo por qué no, en familias formadas por dos personas del mismo sexo que comparten un proyecto de vida en común y que, en función de ese proyecto, asumen la educación de un hijo. Pienso en qué marco jurídico debería situarse, por ejemplo, el caso que conozco de una mujer, madre de un niño, que al enviudar después de un matrimonio poco afortunado, inició una relación homosexual que se ha estabilizado y que es, según parece, plenamente satisfactoria para ella y para su hijo. Y pienso también en muchos niños y niñas cuyas vidas hasta la edad adulta (los 18 años) transcurrirán en una institución -que deberán abandonar al alcanzar la mayoría de edad- sin referentes educativos precisos de ninguno de ambos progenitores ni otros referentes estables.

En resumen, ni el exhibicionismo o la falta de pudor en la mostración de lo que no debería salir del ámbito de lo privado, ni la preservación de los derechos del niño, ni la existencia de patrones familiares distintos al estereotipo hombre-mujer son cuestiones de las que se deriven conclusiones que puedan atribuirse exclusivamente al patrón de núcleo familiar de dos personas del mismo sexo ni que permitan suponer un mayor deterioro en la educación de los hijos crecidos en uno u otro modelo.

Un abrazo

Josep A. Vidal

11 comentários:

  1. Mas que magnífico texto do Josep A. Vidal! Estou 100%v de acordo.E, também, quero dar os parabéns à administraçãob do Estrolabio porque, com esta pluralidade de opiniões, não vai haver implosão que noa arrase. Andamos a catar-nos muito bem. Sinto-me muito feliz :)

    ResponderEliminar
  2. É uma visão de quem lida com problemas sociais e tem experiências diversas que em igualdade de circunstâncias deram resultados diferentes. Os bons resultados levam o Prof a concluir que vale a pena.nem que seja só um...vale a pena reflectir.

    ResponderEliminar
  3. Uma coisa muito importante que ele diz, entre outras, é que aos progenitores biológicos, sejam eles quem forem, nunca se restringe o direito de paternidade, enquanto a outras pessoas, a quem nada obriga senão a vontade de cuidarem duma criança, são postos obstáculos. Se eu bem percebi...E isto é um facto indiscutível e faz parte da hipocrisia e da ausência de verdade em que nós vivemos.

    ResponderEliminar
  4. Nada disto pode centrar-se, apenas no aspecto científico puro e duro,senão caímos no "cientismo" que é assim como que a tecnocracia das nossas vidas.
    E, agora, calo-me até que venham outros.

    ResponderEliminar
  5. O Josep, para além daquela cultura profissional que quase nos transforma em idiots savants (fruto das muitas enciclopédias que organizamos), é uma pessoa de um conhecimento profundo sobre muitas matérias (e um notável poeta). Neste caso toda essa brlhante panóplia cultural não vem em apoio daquilo que eu defendo relativamente à adopção de crianças. Tal como outros amigos, está de acordo com «quase» tudo o que eu digo, menos com aquela parte insignificante para a qual faço convergir a argumentação - ou seja está em desacordo. Porém o que eu defendo é que se chegue a algumas conclusões e a intervenção do Josep Vidal ´vai nesse sentido, apresentando uma defesa da adopção pelos homossexuais sem deitar mão dos tais argumentos demagógicos que já estavam a surgir, com maniqueísmos à mistura. Naturalmente que a conclusões definitivas não se chegará e que eu continuo (como já disse em mensagem de resposta ao Josep) a pensar que o ambiente familiar tem um papel, não exclusivo, mas importante na formação de uma criança e que um casal homossexual pode dar afecto, mas lhe transmite uma imagem distorcida e incompleta da família nuclear.

    ResponderEliminar
  6. A tal família nuclear perfeita que temos na cabeça mas que, tantas e tantas vezes, não passa disso. Mas dou-te os meus parabéns por dinamizares esta diacussão de forma perfeitamente aberta e livre. Nem eu cá estaria se não fosse assim. Um beijinho.

    ResponderEliminar
  7. é óbvio, e julgo mesmo que isso não está em discussão, que uma familía com mãe e pai(homem e mulher) é o ambiente natural para criar uma criança.O que aqui se discute é se é melhor que a criança tenha dois pais ou duas mães, ou se é melhor estarem engavetados nas instituições.Se a questão é colocada, "nós temos o direito" sou contra, porque o que eu discuto são as crianças e o que é melhor para elas, não se o par homo se veja completo com uma criança e com isso mais feliz.Se forem pessoas boas, autênticas, não pessoas de modas, pode haver aí uma janela de oportunidade para uma criança sem família.Lembro-me bem que os rapazes filhos das prostitutas dos antigos prostíbulos legais eram todos gays e não era por haver ali um gene gay, era por mimetismo...

    ResponderEliminar
  8. Luís, e os casais heterossexuais têm todos filhos de forma consciente? A esses é tão fácil fazê-los, com consciência ou sem consciência da responsabilidade que vão assumir. Às vezes nem se lembram que podem estar a dar origem a uma vida.

    ResponderEliminar
  9. Magnífico texto. Sem controvérsia. Para quê lavrar mais na ferida. Está tudo aqui.

    ResponderEliminar
  10. É-me impossível não comemorar o texto de Josep Vidal, que, em poucas palavras, analisa com profundidade o que o Carlos Loures comenta, e diz muito em curto espaço. Eu não fui capaz. No sou educador da Infância como Josep Vidal, quem de certeza, é da terra da minha família, Catalunha. Entendo, como ele, as feridas causadas às crianças abusadas. Não consegui ficar sem uma imensa tristeza se tocam às crianças que experimento melhorar. Eis o motivo do meu comentário fora do texto. Escrevi demais. Mais Ai! de quem toque ou abuse de uma criança. Primeiro falo com elas oiço, nada comento, a seguir com os pais e aos abusadores criminosos os denuncio a polícia.
    Josep Vidal, a sua serenidade deve ajudar melhor que a minha terapia. Agradeço a lição, não esperava tanta sabedoria em curto espaço de texto. Essa serenidade é a que uso quando oiço crianças abusadas. Obrigado a todos, porque com os seus comentários, ensinam-me. É uma luta solitária e de polícia esta de impedir a pedofilia...Todo está dito já em texto fora de comentário, escrito com fúria...

    ResponderEliminar