sexta-feira, 24 de setembro de 2010

Esperanza - una historia de vida - 12, por Raúl Iturra

Capítulo 4. Criar.


La mamá Esperanza como yo la llamaba, estaba habituada a todo tipo de trabajo que significara uso del cuerpo, desde abrir surcos en la tierra para sembrar con un arado, ayudando a sus padres y hermanos. Los surcos eran abiertos por el arado correspondiente, tirado por vacas si el surco debía ser profundo para plantar patatas, o de pocos centímetros, si era necesario plantar maíz – milho en luso galaico-, caso en el cual un caballo era quién tiraba del arado o charrúa – en luso galaico. Por hábito, eran los hombres los que orientaban a los animales, especialmente alguien que tuviera la sensación de buen trazo, para que el surco fuera paralelo al siguiente o a los varios otros, todos separados de forma derecha y con una distancia de posos centímetros unos de otros. Para huerta y hortalizas, la tierra era cavada o con un pala o una enxada

Los tipos de arados eran diferentes, según fuera la tierra, el instrumento que lo tirara: animal, tractos o fuerza humana cuando no habían otros medios , por ser el grupo doméstico pobre y de escasos medios.

Personalmente, en mi afán de ser igual a todos y de conquistar adeptos para los sindicatos que quería formar, trabajaba desde las 7 de la mañana hasta entrada la noche. Lo que más me costaba era regar las colinas, abiertos los surcos para recibir las pequeñas plantas, que debían ser regadas todos los días, pasando agua desde una fuente de agua naciente o, simplemente de una naciente, y cerrar el surco al final para que el agua pasara al otro surco. La mayor parte de las veces, abría mucho la naciente, el agua corría a chorros y me llevaba la piedra y los llamados tocones de piedra y barro, que colocaba al final del surco, abriendo un pequeño orificio en la tierra y pasar el agua al surco siguiente. El agua siempre me llevaba tocón y barro y la naciente corría como un pequeño caudal de rio, paralela a los surcos de las cebollas, lo que me desesperaba y me hacía llorar de rabia y frustración! Hasta llegar a habituarme y exhibir mi habilidad frente a los campesinos o inquilinos de la Hacienda en que estaba, de propiedad de la única hermana sobreviviente de nuestra madre

Esto hacía yo por una causa política en mis quince años, en cuanto Esperanza y sus hermanos, como un deber para alimentarse y pagar la aparcería o foro, al que ya me he referido antes, como al usufructo y a la enfiteusis, el contrato más usado entre propietarios y labradores tipo de arado usado por Esperanza y Herminio, como estas otras: foice:

Amaño e cultivo da tierra, o de trabajo en castellano, de los Dobarro, eran pobres. Más tarde, Herminio introdujo máquinas, ya en sus tierras y con su familia. Vilatuxe no tenia maquinaria, excepto el primer tractor que llevó Santiago Peiteado, O Panadeiro, en los años de 1960, y el de António Montoto Medela, hijo de la hermana de Herminio, Marcelina. Herminio llevó un tractor y una máquina para trillar o malhar o debulhadora, en luso galaico.

A todo esto se habituó Esperanza, pero criar hijos…eran un problema para ella: no estaba habituada. Así como a las máquinas que, por respeto a sus sentimientos, Herminio no adquirió hasta bien mas tarde. También antes no había dinero para comprar máquinas y formar un parque de máquinas para sus tierras.

(Continua)

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