quarta-feira, 6 de outubro de 2010

Esperanza-una historia de vida -20: por Raúl Iturra

Esperanza llegó al punto de no querer comer, o de no recordar la a forma innata de comer. Debía ser alimentada como crianza. Los hijos de las otras casas Medela Dobarro, venían con asiduidad para hacerse cargo de su madre, quién, durante casi tres meses, no comía ni dormía con descanso. Sin embargo, cuándo conseguía dormir y se despertaba era con su siempre tradicional y eterna sonrisa, ese sonreír que levantaba la tristeza y desesperación de la familia. Isaías la acariciaba, se encargaba de que estuviera confortable, tomaba su mano y la besaba muchas veces, con respeto, amor e intensidad. Lo triste era que Esperanza no reparaba, no tenía conciencia de esas caricias de su nieto preferido y que había criado durante algunos años. Caricias que ella siempre había gustado e precisaba en estos momentos de su agonía; caricias, que, a pesar de todo, sin saber de quién venían, gustaba, por estar en un estado mental de pequeña niña al ser acariciada por un niño como ella, lo que se rebelaba en su comportamiento.


Ni todo era cariño. En ese tiempo, la tristeza lleva al desconformo. Karina y Miguel salieron de casa y se fueron a vivir en un departamento en Lalín, por causa de un desacuerdo con su suegro. El teimava que debía ser tratada de forma diferente, a su manera y no de la forma que Miguel la trataba con gentileza y dulzura, le daban baño, la peinaban, como Karina e Isaías también hacían. Herminio insistía que debía ser tratada de la forma más normal posible, como si nada tuviera, para que retornara a la realidad . Por otras palabras, estaban a tratarla como ella había tratado a Miguel cuando era pequeño, o con Isaías. Tal era su dolor, que ni se daba cuenta de lo que pensaba y decía. Los otros Medela dejaron de aparecer para ayudar, no sabían cómo se debían comportar: si como el padre decía o como Karina y Miguel hacían, quisiera Herminio o no. Los otros hijos carecían del coraje de los Medela Henríquez: inventaban cualquier especie de problema para no estar presentes dentro de esta hecatombe organizada en base a una mujer que agonizaba. Es el problema de los lutos anticipados y de la desesperación de ver morir de forma tan innoble y dolorosa, a la persona que más amamos y que ha compartido con nosotros toda su vida.

El disgusto de la nuera en casa, tenía ese motivo. Sin embargo, dos días después estaban de vuelta en la casa materna, para tratar de la enferma en estado terminal a doente terminal. Las relaciones familiares tomaron una cierta distancia, hasta el día en que Karina, que tiene sus agallas, hablara con toda la familia para les recordar que Esperanza era la madre de todos y que tenían una deuda afectiva para pagar, un gran deber con ella por causa de tanto trabajo que Esperanza había invertido en ellos, especialmente en la ausencia del padre y en la acogida de toda la familia en la casa pequeña. Agregó que estos descendientes parecían ser hostilizados por la enfermedad de Esperanza: aparecían apenas por media hora o breves minutos, y aparecía siempre un deber de ellos para hacer que los hacía irse, sin importarse en tratar de ella. Karina tenía que servirlos, darles de comer, preparar la cena y ella sola, después lavar la loza. Los hijos debían saber que madre tenían. Esos hijos sabían el tipo de madre que tenían: ella siempre los servía y se habían habituados a pedir una u otra cosa a Esperanza, siendo ella una madre que satisfacía sus caprichos. Los hijos aparecían menos de un minuto porque tenían que trabajar y, agrego Karina que donde manda el dinero, no hay madre que exista, por mucho doliente que esté, o enferma hasta el punto de que, con certeza y por causa de su enfermedad, dolencia que la aquejaba, iría a morir en breve.

Esperanza, de hecho, no hablaba con nadie, ni antes ni después de ir al hospital. Había olvidado las palabras, tenía un mirar perdido, no oía excepto si le hablaban en voz baja, y, sin embargo, sus respuestas no eran atinadas o por no entender a realidad del momento, o por no reparar que había más personas. Miembros de la familia aparecían por pocos minutos, hablaban entre ellos, con o sin consideración al estado de espíritu de la mujer enferma. Vino su hermano Amado con su mujer Elena y la hija de ellos, María Elena, su sobrina Irene, hija de Ramón Dobarro, ese hermano ya fallecido, y otros.

Miguel e Karina estuvieran muy unidos durante la prolongada dolencia de Esperanza. El día de su muerte, el 21 de Janeiro de 2006, estaban con ella Karina, Herminio e Isaías. Esos últimos días, todos los hijos comenzaran a llegar al redil, no se sabía en qué momento, minuto o segundo Esperanza se iba de este mundo.

Fue ese día, en que Herminio agarró el cuerpo inanimado y pidió estar solo con ella. Herminio volvió a reparar que Esperanza era la mujer de su vida y así se lo dijo, en el minuto en que ella nada entendía y le fuera imposible hacer más una declaración de amor, la segunda de su vida, aun estando los dos solos La segunda de su vida, porque quién ama de verdad, necesita apenas dar a conocer sus sentimientos para saber si es correspondido, esa segunda fue la del adiós…Ella nunca más lo oiría como él a su mujer...

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