quinta-feira, 27 de maio de 2010

Mis Camelias 8

Raúl Iturra.

- Una reivindicativa.

Desde el día de su nacimiento, hasta donde mi memoria alcanza, de nuestras dos Camelias, una de ellas era prácticamente la heredera de mis objetivos de organizar Sindicatos. Solo sabiendo la ley, es que ella podía reivindicar esa organización. En su tierna infancia, saber de la ley era mucho. O lector puede apreciar las dificultades si lee la nota al pié de página, que es para Políticos, Dirigentes, Abogados, Sindicalistas y Unión de Sindicatos.[127] No sólo reivindicaba sus derechos de hija, como he relatado en el capítulo anterior, lo que reivindicaba eran derechos de ser una hija especial. Había otras leyes, que, si en esa edad tan joven pudiera leer, iba a apreciar más, como los Derechos de la Infancia, legislado por la ONU[128] Una hija mimada, una hija con mejor tratamiento que su hermana mayor. En fin, quería siempre mimos del papá y de la mamá y, cuando no los tenía, se enojaba e inventaba algún tipo de enfermedad o de indignación. Había esa terrible competencia con su hermana mayor que, como tenía más conceptos e ideas por haber comenzado a vivir y a entender casi seis años antes que ella tenía otros recursos: sabía danzar, tocar la flauta, inventar piezas de teatro, en las que Eugenia era siempre el personaje central. Estas ideas de Eugenia, de ser central, me hacen recordar mi propia infancia, época pasada ya hace muchos años. Como tenía muchos hermanos y los hijos de las empleadas de casa, disponía de un contingente de seis personas para hacer obras de teatro, en las que, normalmente, yo era el personaje central. Las piezas de teatro eran escritas por mí, muy centradas en mi ego, piezas, en consecuencia, egoístas, dónde yo quería ser siempre el bueno de la película.. Después de siete años de psicoanalices, mi analista me hizo pensar que no era falta de cariño, era apenas una competencia para, entre tantos como éramos, no pasar desapercibido. El problema central de mi infancia, era el hecho de ser responsable por los más pequeños de esta familia aglomerada de niños. No sólo los de casa, como los primos que nos visitaban porque sí y porque no. Vivíamos en una quinta muy aislada, lejos de la ciudad y con playa exclusiva. Un lujo que hoy no existe. Lo que me hace recordar otro hecho, ese regalo que el papá quería hacerme, un automóvil, con la condición de llevar y traer a mis hermanos muy temprano de mañana y traerlos de vuelta a las horas convenientes para ellos. Regalo que nunca acepté, era muy pesado, éramos de diferentes edades, teníamos horarios diversos y la alegría que siempre tenía de almorzar en casa de las hermanas de mi madre con mis primos, o de mis amigos, se esfumaba al quedar a cargo, más una vez, de niños que yo debía cuidar, de nuevo. Eran los hermanos y el hijo de una hermana de nuestra madre, que vivía con nosotros. Y la alegría que yo tenía de ir en lo que en Chile se llama micro, es autobús de las siete de la mañana que mi padre había proporcionado para los hijos de los trabajadores de su empresa y las señoras de algunos de ellos, que trabajaban en la vecina ciudad de Valparaíso. Señoras que eran mi delicia, siempre hablábamos, me contaban historias de sus familias, ese placer de madrugada que no quería perder, especialmente con la compañía de nuestro primo Marcelo. Era una armonía sin narración. A la vuelta, tarde ya, me acompañaba mi amiga del alma, la Irmita que estudiaba en el colegio donde nuestra madre estudió, las monjas de María Auxiliadora, muy cerca de mi colegio. Era la nieta de una grande amiga, Rosalba Mella, que, por causa de la muerte de los padres de mi Irmita, forma muy chilena de referir un nombre en Chile, es siempre en diminutivo, porque su nombre real era Irma Ramírez Mella, pero en Chile diminutivos y apodos son muy comunes. Irma y yo hablábamos todo el camino de vuelta a nuestro sitio de Laguna Verde, donde ella vivía con Rosalba y su hermano Jorge. Halábamos sin parar, hasta el punto de enloquecer al chofer del bus de estudiantes. Ellos no podían llamarme la atención, yo era el hijo del patrón, a pesar de que, en esos tiempos, ni me daba cuenta de las diferencias sociales. Especialmente porque mi Irmita me enseñaba matemáticas y castellano. Con ella hicimos teatro de verdad en Laguna Verde y en un teatro de Valparaíso, como he narrado en otro libro mío. Rosalba tenía solo un problema, para curar su soledad y la muerte de sus descendientes, que curaba con lo que podía. Muchas veces iba a casa de ella y me decía mi Irmita que no me podía atender porque, su madre, como llamaba a Rosalba, estaba con dolor de cabeza. Más tarde en la vida supe de éste problema, a nadie conté, pero lo hablamos con Irma y la apoyé lo más que podía. Una amiga del alma ni se denuncia ni se abandona. Si la gente, como dicen por ahí, supiera de las enfermedades de Rosalba, su reputación iba a quedar por el suelo y podría perder el trabajo de cuidar de nuestras casas, que tanto necesitaba para pagar a los Salesianos, las Monjas de Irmita, los Padres del Colegio Salesiano de su hermano Jorge. Eran, como se dice en Chile, personas de buenas familias y la Abuela Rosalba se propuso en dar la mejor educación a los dos. Irmita ayudó, dando explicaciones en la noche, al volver del Colegio, más tarde de la Universidad, donde se formó en Profesora de Lengua Castellana. Irmita tenía ese don de transmitir el saber a otros, ese definido por mí, el proceso de enseñanza e aprendizaje, en hoyitos textos míos. Yo aprendí con ella, y, para pagar esa grande deuda del saber, nuestro padre le dio empleo a su hermano Jorge en la Industria que él mantenía en Laguna Verde.

Nada de esto pasaba con nuestras hijas. Eran ideas de Eugenia, siempre la Reina, y Camila, su esclava. Esta relación, que era apenas una representación, le hacía mal a Camila. Gloria y yo nada dimos, cada una estaba en su derecho, pero aplaudíamos de forma igual a la creadora y a su fiel seguidora que, muchas veces, se dormía esperando entrar o en ballet de Scherezade del compositor ruso Nicolai Rimsky-Korsakov[129], esa música aprendida de nosotros por tanto oírla, Gloria adoraba esa música y fue ella que la instiló en la mente de nuestras hijas. Cuando Camila se dormía, ¡válgame Dios si alguien la despertara! La rabia duraba días. Ya adulta, Camila era siempre le última en despertar. Adoraba acostarse muy tarde y dormir toda la mañana, cuando era posible. Parque en la Universidad de Sussex, donde estudió, debía estar muy temprano en clase, como en París, en La Sorbonne, Universidad que debía asistir para completar su curso de Ecología de cuatro años. Ir a París a estudiar, era parte de la formación de una investigadora que debe andar siempre en otros sitios para salvar especies de árboles en extinción, como ya he narrado antes.

Camila siempre tuvo un trato especial. Por causa de mal entendido entre su madre y yo, tuve un día, que salir de casa, para que las niñas no sufrieran lo que nosotros sufríamos. éramos muy adultos para colocar es fardo tan pesado en las emociones de nuestras hijas. Fue necesario que yo saliera de casa y Gloria comenzara a trabajar como Arquitecta de Interiores en una Empresa fuera de la ciudad de Cambridge. Las famosas enfermedades de Camila comenzaron a desaparecer. Sin embargo, cuando estaba realmente enferma, era ella que quedaba en casa y recibía al médico que su madre llamara para atenderla. Ese tratamiento especial, se lo ganó sola. Fue una hija especial, sea porque se cuidaba sola, o porque para entretenerse leía dos libros al mismo tiempo. Nunca olvido esos días que pasaban conmigo en Portugal: Camila ni veía el campo de la aldea de São Joao do Monte, que yo estudiaba en las partes altas de Portugal: estaba siempre con sus dos libros a leer, leer, leer[130]. Siempre nos acompañaba mi amiga del alma, mi colega en la docencia, que estaba en mi grupo de investigación Maria José Beca Maranhão[131]No dejaba de reír y de tentar presentarla a los vecinos de la aldea, esa amiga casada sin hijos, que prácticamente adoptara a las nuestras como hijas suyas. Vivíamos en la Villa de Nelas[132], en una casa antigua arrendada por mí, y Maria José, en casa de amigos enfrente de la nuestra, la casa del Barón de Nelas, los Pais de Brito[133]. En cuanto ella usufructuaba de la riqueza de los Barones, yo sufría la pobreza de mi vecino y amigo, el Duque de Bragança[134], candidato a la corona de Portugal, si la República pudiese fallar, como en Francia Durante el Siglo XIX.
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familia real, con sus bienes, que eran muchos, todos confiscados y pasados a la categoría de patrimonio nacional. Ese Duque, Príncipe de la Beira, antes de casar y al tener un hijo pasa a ese hijo, como es el caso hoy, como he narrado en estas páginas título que se da al sucesor del Rey o Príncipe de la Corona, equivalente al título de Príncipe de Gales de la Monarquía Británica. La de Portugal, la Monarquía cayó al ser asesinado el Rey Carlos de Bragança[135] y su heredero, el Príncipe de la Corona Luís Filipe,[136] en 1908 como se dice Felipe en portugués, e instaurada la República de Portugal el 5 de Octubre de 1910[137], confiscando bienes de nobles y retirando tírulos. Nuestras hijas, habituadas en Cambridge a andar con príncipes y condes, no se interesaban en esta aristocracia rural y trataban a todos por el nombre y los obligaban a hablar en inglés, lo que ellos no sabían y respondían en francés. Así comenzó mi vida de políglota y traductor. Hasta que nuestras hijas, de tanto venir a Portugal y, más tarde, Camila, a las Islas de Brasil, como está narrado antes, Cairu, una isla del archipiélago con el mismo nombre, enfrente de la ciudad de San Salvador da Bahía, como ya he dicho en el primer Capítulo de este libro. Allí pasó un mes completo, sin teléfono y sin la, hoy necesaria caja electrónica que se llama Internet[138], porque une y comunica a todo el globo terrestre con correo e información. En Cairu plantaron cien árboles para hacer violines y, ese teatro aprendido con Eugenia en sus historias representada después de comer -en Gran Bretaña se cena muy temprano, a las seis de la tarde, para que la familia tenga un tiempo para ella, para crear vida doméstica, para unir a las personas que tienen lazos de sangre y que crecen juntos porque los británicos estiman que sin esa domesticidad, es imposible ser feliz y trabajar con rendimiento, también porque en las Islas Británicas se piensa que la mejor educación está en la casa, por eso se investiga mucho en todo tipo de vida doméstica y cada casa tiene una Visitante Social que ayuda a los matrimonios jóvenes a cuidar a sus hijos y cuidan que no haya desavenencias entre los papás y entre éstos y sus hijos. Nosotros tuvimos una, especialmente porque éramos extranjeros y su deber era que entendiéramos como era la vida en Gran Bretaña, pero al encontrarse con nosotros, una familia cuidadosa y bien estructurada y con muy buena información para criar hijos y ser pareja, Julia Napier, el nombre de nuestra Asistente, pasó a ser nuestra amiga de casa e integró el Comité de Chilenos Refugiados. Ella presidió el Comité durante varios años. Entretanto, Camila, ya en la Universidad, aplicó su saber teatral doméstico y el aprendido en su Facultad de Ciencias de Ecología, en Sussex, para montar sus propias piezas que ensayaba con los habitantes jóvenes de Cairu. La infancia se reproduce en la vida adulta, con excelentes resultado, si la infancia no es herida emocionalmente por los adultos, por transferir sus problemas a los hijos. Fue en el período de tristeza de mi mujer por haber perdido dos hijos antes de nacer, que fue necesario separar un tiempo a la familia, ella ir a trabajar a otra ciudad y yo hacer el papel de mamá y papá al mismo tiempo, por un corto período de nuestra historia familiar. Creo que aprendimos mucho de los pocos amigos, adultos responsables de su casa y de sus hijos, especialmente de Leonardo Castillo y su querida mujer Patricia Burns. Ellos me ayudaran mucho al cuidado de nuestras hijas, y, más tarde, a su madre, mi mujer, cuando fue necesario salir de casa para reponer su estabilidad. Estoy seguro de que mi comportamiento muy dedicado a la vida académica y muy machista, contribuyó para esta separación, siempre estimada breve y por un tiempo. Nunca ha existido una separación real, ni hemos estado realmente lejos los padres, Gloria y yo, porque nuestras hijas primero, y nuestros nietos después nos han unido mucho. Es verdad que ha existido una serie de perturbaciones y malos entendidos, porque es tradicional en Chile pensar los hombres machistas como yo, tienen siempre amantes con las cuáles, a diestra y siniestra, traicionan a sus mujeres. ¡Bueno! En mi caso, por ser encontrado muy atrayente- en Portugal una colega me dijo un día en la Universidad que yo era el hombre más requistado de la Universidad, es decir, perseguido o buscado por las mujeres. Es evidente, era joven, sabía como comportarme sin seducir, era de Alta Patente Académica, Doctor de la Universidad de Cambridge y otras tonterías que parecían importantes a muchos. En Cambridge, mi familia, hasta el día de hoy, me ha adjudicado una serie de amantes, que si esas señoras lo supieran, no lo iban a poder creer... Aún si yo estuviera enamorado de ellas, serían amores imposibles, eran y son Catedráticas con maridos e hijos, algunas hoy en día han sido elevadas por la Reina de Inglaterra al rango de Pares, que para los hombres es Lord o Sir, y para las mujeres es Dame, todos ellos son creados Barones o Baronesas en cuanto estén vivos.

Siempre desgarro los textos. Estaba narrando la vida de Camila como reivindicativa y sus extraordinarios éxitos en su trabajo, y quería decir que fue en esos tiempos, que ella aprendió a navegar en un kayak, sola, e iba entre la isla y el continente, o visitaba las islas vecinas para enseñar a la población como plantar los árboles necesarios para fabricar violines, como los árboles denominados pau-brasil[139], y el mogno[140], que sirven para fabricar violines Stradivarius y pianos Stenway. Creo que quién puede explicar mejor es nuestra propia hija, en una entrevista concedida para la BBC en Brasil, por lo que voy poner al pié de página parte de los problemas que ella estaba a resolver.[141] Hasta en la denominada Internet, en el motor de pesquisa Google, aparece Camila y lo que hace para Flora y Fauna, dónde hoy en día ellos, Camila y Felix, trabajan, en nuestra Universidad de Cambridge. Un desarrollo de sus talentos que no esperábamos, no por falta de inteligencia en su persona, muy reconocida y respetada por nosotros, sus papás, para lo que siempre la animábamos y nos preocupábamos de sus estudios. Simplemente porque estábamos más interesados en su persona, celebrando sus triunfos y animando su investigación, pero muy centrados en su felicidad y oyendo siempre lo que era su vida amorosa. Nunca me olvido ese día de los años 90, cuando me llamó para decirme que estaba muy enamorada de un estudiante norteamericano y que había hecho lo posible para seducirlo, pero que no resultaba. Le propuse que lo llevara a dar una vuelta por el lindo bosque de la Universidad de Sussex y que le digiera lo que sentía por él. Me respondió que no era propio de una mujer declarar su amor, eran los hombres los que debían hacerlo. Mi respuesta fue inmediata, Camila tú está triste, hoy en día mujer o hombre puede proponerse y nada pasa, excepto que debes estar preparada para un no. Tenía la intuición que sería un no, porque Camila ya me había contado que él tenía su enamorada en los Estados Unidos, pero que pensaba que él no la amaba. ¡Determinación y sentimientos que no piensan, de una mujer enamorada! Mi respuesta fue rápida otra vez: hay solo una cosa que no puedes guardar y esa es que si no hablas, él se va, tú vas a Paris y vas a quedar siempre con la duda, es mejor salir de ahí, para no sufrir el resto de tu vida con esa duda. Y ella lo hizo, expresó sus sentimientos y su colega de clases le dijo que se sentía muy honrado con esos sentimientos, pero que él quería casarse con su enamorada, le hizo cariño, le dio un beso, la convidó a un café y Camila quedó satisfecha. Se había roto el encanto. Debo confesar que nosotros quedamos aliviados, ella tenía apenas 19 años y era muy temprano para sufrir de amores. Ese no apagó la pasión transitoria de nuestra hija más joven. Como también siento la obligación de decir, que aprendí de ella las respuestas que se deben dar todas las veces que yo mismo recibía declaraciones de señoras que se interesaban por mí: aprendí a decir que me sentía honrado, que respetaba sus sentimientos pero que no podía enamorarla porque ya estaba comprometido y enamorado de mi mujer, en eso tiempo, la madre de nuestras hijas, ya había jurado fidelidad a esa Señora que era mi placer cumplir y que me era difícil, imposible también, enamorar otra vez a las personas nuevas en mi vida. Fue una especie de premonición. Nunca resultó ninguna relación fuera del matrimonio. Tengo, en mi estudio, una enorme cantidad de fotos colgadas en marcos en las paredes, todas ellas de Gloria joven, Gloria a andar a caballo en Laguna Verde[142], fotos de nuestras hijas, de mis padres y abuelos y fotos tomadas a mí cada vez que era entrevistado por la televisión que venía a entrevistarme en nuestra casa de Portugal. Es casi una veneración, como se dice en inglés, un worshipping[143] He usado pocas notas de pié de página para respetar y honrar, es decir, dar honra a la memoria de mi familia, esa familia siempre soñada por mí. No olvido una tarjeta de Navidad dibujada por la entonces mi prometida, dónde aparezco yo muy alto y flaco, de traje y con corbata, a abrazar a mi novia de esos días, que tenía en sus brazos un niño pequeño, estaba embarazada de otro, con mi mano derecha a sujetar el Diploma de Abogado y con la izquierda, a dar la mano a uno hijo, que daba la mano a otro y éste, a otra, en total, ¡seis!. Por dentro, la tarjeta decía Felices Pascuas mi amor. Es esto lo que tú quieres, ¿no?, Bueno, ¡ ni lo pienses | Con amor, Gloria[144] Talvez sea interesante un comentario. Siempre pensamos que nosotros enseñamos a nuestros hijos y parece que nunca pensamos lo que los hijos nos enseñan a nosotros. Si observamos con atención, las experiencias de los hijos en su crecimiento y en las experiencias de ese crecimiento y desarrollo, los papás aprendemos si tenemos la humildad de reconocer que nos equivocamos muchas veces. El problema, otra vez, se coloca en la generación: nuestras ideas, hábitos y costumbres, cambian de una a otra generación. A veces los hijos piensa que somos mentecatos, que no sabemos pensar ni organizar nuestras vidas y ellos quieren organizarlas. No solamente los hijos consanguíneos, también nuestros hijos intelectuales, que están a la espera de un lugar vacío para ascender. Todo lo dicho, no es acusación, es apenas observación participante, aprendida en mi Ciencia de Etnopsicologia, esas ideas creadas por mí, entre otras. Nuestros descendientes entienden y respetan, pero a veces piensan con lo que he denominado pensamiento globalizado. Es ahí que tenemos que dar un golpe en la mesa y decir: ¡esto es así, no es solo cómo tú piensas!. Porque hay muchos valores que se guardan y transmiten de una generación a la otra. Como el deber del silencio cuándo hay desacuerdos entre nuestros descendientes y sus parejas, o el valor moral y ético de amar, porque sí y porque no. Cuándo la afectividad se instala por la creación de hijos, y su crecimiento, no vivimos solo de recuerdos, continuamos a crecer juntos, respetando sin dudar un minuto la autonomía ganada por ellos y el saber aprendido por ellos a lo largo de la historia de su vida personal. No es por acaso que escribí el texto ya citado en nuestro periódico mensual, A Página da Educação, ese texto que voy a citar al pié de página[145]. Es allí donde defiendo los derechos de los más viejos, no de los adultos mayores como nosotros, sí los derechos de los más viejos que, después de vivir muchos años, acaban por regresar a la etapa infantil. Como ya he relatado, este texto y otros, son el resultado de mi trabajo de campo entre adultos viejos. Trabajo de campo en un Hospital en el que estaba nuestra madre con sus 90 años.

Muchas veces los hijos jóvenes, olvidan de que el adulto mayor no es un adulto viejo, es sólo más viejo que ellos, que, en estos días, no es ningún escándalo. Especialmente si nuestra mente está entrenada para pensar, escribir, enseñar, asociar ideas e investigar nuevas hipótesis. Somos los intelectuales los que más duramos. Nuestra madre estaba formada en matemáticas y lenguas, pero su mayor trabajo siempre fue administrar una casa con mucha familia y servidumbre[146], como he narrado en otro libro mío. Nuestras hijas, que pertenecen a otra cultura, piensan siempre que no somos capaces de organizar nuestras obligaciones y quieren que vivamos como ellos viven, forma de vida fundamentalmente diferente a las nuestras. Necesitamos de nuevos libros, de distracciones en filmes en DVD, música en CD y otras harturas que ellos aún no acumulan. Creo que el secreto está en ganar el respeto de nuestros descendientes desde su edad más tierna, sin desviarnos un milímetro de nuestra ética, para no ser culpados de no saber el todo y la nada de la vida. Es apenas una idea.
Iba quedando atrás una idea, que mi mente de investigador no descansa si no la entiende ya. ¿Por qué en Chile la Navidad es también llamada Pascua, si la Pascua es, en Europa, ese origen de la hoy América del Norte y de la América Latina, Pascua es la conmemoración de la muerte y resurrección del denominado verbo encarnado, Cristo? Parece que la Navidad es llamada Pascua, en Chile, por causa de una flor que nace en esa época[147]. La flor es llamada Pascua en la Cordillera de los Andes, y en Chile es también llamada Corona del Inca[148]

Gloria, mi mujer, nuestra hijas Camila y Eugenia, sus maridos y descendientes, ya pueden saber en qué país de luchadores anda este papá, marido y abuelo. Es mi orgullo contar la Historia de Portugal a otros, porque, en mi caso, la sé de memoria. Nuestra reivindicatoria Camila ya tiene una base de apoyo para sus luchas y para consolarse, ella e Felix Ilsley, nuestro yerno, de lutos temporarios, que es el propósito de este texto. No deseo, ni por eso, que nuestra hija pase a ser como esa hermana de nuestra madre, su abuela paterna Florentina Maria Redondo de Iturra, nuestra tía Ana Luisa, que lloró a su primera hija que nació y falleció de inmediato, Pilar, que tiene una tumba especial y que la tías ha llorado siempre. Ni por el caso de haber tenido más cinco hijos después, se consoló de la pérdida de Maria del Pilar, o Pilarcita como todos la llamaban. Es claro como el agua para mi, que una madre sufre por un hijo perdido, porque los hijos somos para entrar en la eternidad mucho después de nuestros padres, y mucho más, que la entrada en la eternidad de los abuelos. Es evidente que el dolor de nuestros descendientes es grande, porque hasta los abuelos perdemos a Ben. Puede ser que siempre lo recuerde, pero, como dice mi comadre Mariana Giacaman Valle y mi hermana Blanquita, o cortamos el luto, otro tipo de cordón umbilical, o nos sería imposible nunca criar a los hijos que, estoy muy seguro, vendrán después.
El dolor es un luto que se lleva en el alma y que cuesta mucho pasar. Pero si ponemos atención a la historia narrada y citada por mí en este capítulo, vamos a saber que el mundo está hecho de nacimientos y muertes, de asesinatos e instauraciones de sistemas de acción social. La obligación de nosotros, los padres y abuelos, es poner en el camino del futuro a nuestros hijos y nietos. La fidelidad al hijo que vive en nosotros se mantiene intacta. No es substituible, como ese gran enigma de la historia, cual es la fecha de nacimiento de Ludwig van Beethoven[149], porque hubo un primer Ludwig en 1769, que murió. Al nacer un año después otro varón, le pusieron el mismo nombre, lo que ha traído a los historiadores grandes confusiones. Esa historia puede ser leída en la cita al pié de página. La historia de Ben puede ser leída en los días tristes que han pasado pero, que estoy cierto, no volverán a acontecer. Especialmente en el caso de Camila y Felix, personas humanas de respeto y reverencia, que han ido a un sitio solos para consolarse entre ellos. Antiguamente, el luto era en familia, hoy en día, especialmente en las culturas europeas, hay la tendencia a la soledad y aislamiento. Dicen por ahí, como gusto referir, que es un error. Lo he visto en la madre de mis hijas, que sufrió hasta la depresión, con la pérdida de dos hijos nuestros, el primero en Viña del Mar, Chile, el segundo en Edimburgo, Escocia. Hasta no hacer un análisis psicológico de regresión, ella sufrió, pero, en su buena cabeza, supo bautizarlos y darles nombres y enterrarlos. Así recuperó. Ojalá nuestros descendientes hagan lo mismo. Les hemos dado varias alternativas para aliviar su tristeza, pero los padres mayores, que ya no podemos tener hijos, no conocemos las nuevas técnicas que hay para resolver casos de embarazos sin fruto. Pero, como dice el dictado popular: no creo en brujas, Garay, (apellido común de los denominados rotos chilenos), pero de que las hay, las hay. Dictado chileno de entre los muchos, que aparecen en la página electrónica que cito al pié de página.[150] Es decir, que nosotros los padres de Camila no creemos en milagros, pero hay esas nuevas tecnologías que harán que nuestra hija, hecho el luto, tendrá muchos Ben con Felix, nuestro yerno.

Quizás, esta idea también la anime, al saber de mujeres fuertes. Camila adoraba a la Reina Madre de Gran Bretaña, que conoció en sus ocho años y nuca lo ha olvidado y la ha visto otra vez. Cuando Inglaterra estaba a ser bombardeada por los nazis alemanes, La Reina Elizabeth Bowes-Lyon de Windsor[151], nunca abandonó su casa de Buckingham Palace, donde acompañó a su marido Bertie o Jorge VI, el Rey, aun cuándo su casa fue bombardeada dos veces, ni abandonó a su pueblo y, hasta los 101 años de edad, vivió públicamente para los ingleses. Después de los bombardeos en el Palacio, ella iba, elegante como siempre y a las horas debidas, a visitar sus súbditos, especialmente los más pobres, el East End de la ciudad. He visto en películas que guardo conmigo, como ella preguntaba a las personas si su casa había caído o no, ellos decían que sí, ella respondía: estamos iguales, partes de mi casa-nunca dijo Palacio-, ha sido atacada y tenemos que vivir y comer, como Uds. en la misma habitación. Es tan verdad, que Hitler, en un discurso público en Alemania, dijo un día que su peor enemigo en las Islas Británicas no era el ejército, era la Reina María de Inglaterra. Lección para todos nosotros, como una mujer, Gloria en un caso, la Reina Maria en otro, esa amiga de nuestros tíos paternos y por afinidad, Embajadores en Londres, le daban fuerza. Esa fuerza de Gloria y de Elizabeth que debe pasar, en su crecimiento duro, para Camila y Felix.
Volviendo a la niñez de Camila, su crecimiento transcurrió sin mayores tropiezos. Solo los naturales de la vida, en la que hay felicidad y amargura, descanso y trabajo, dinero y escasez, muerte y vida, amigos y gente que no gustamos. Amores, muchos, hasta encontrar su perfecto compañero, Felix Ilsley. Hoy, cuando escribo estas notas, ellos hacen su luto en una playa cerca de la ciudad de Barcelona, pero siempre a mirar para el futuro. Es una vida, de momento, triste, pero que se debe recuperar como todos hacemos: con mucho trabajo y amor. Es lo que estos padre interesados esperan de ellos. Ben no es substituido, pero otros hijos harán de sus vidas lo que siempre desearon: paz y armonía.

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