domingo, 26 de setembro de 2010

Esperanza, una historia de vida -13, por Raúl Iturra

Esperanza estaba habituada al trabajo. No es en vano mencionar otra vez que a sus trece años de edad, comenzó a trabajar como empleada doméstica de la casa de Varela Era joven, pero el dinero hacía falta. El trabajo sobraba, dinero es el que no había. Siendo ella y su madre Manuela Gomes, las únicas mujeres de la casa, sus trabajos eran pesados. Además, sus hermanos mayores se habían casado ya: Ramón, como albañil, lo que significaba pasar todo el día fuera de casa, pero de su casa, porque había casado con Esperanza Duval, de la Parroquia de Zobra, y tenían su propia casa; José, con María Lourenço y tenían su propia casa de agricultores en Lebozán do Monte, sitio al que su hermano había emigrado y no había sobrinos cerca, su hermano Manuel era zapatero, se fue a Ourense, donde casó con María, cuyo apellido ella desconocía, cuando me habló de ella en 1998. El hermano más próximo a ella a ella, había casado con Elena Donsión y vivían como agricultores en Vilatuxe, grupo que formaban con ellos para la famosa tornajeira o trabajo en grupos, a veces en la tierra de los padres e hijas, otras, en las de Amado.


Es posible apreciar que cuando la población es pobre y no ay manera de arrendar fuerza de trabajo, la tornajeira o entre ayuda, es la única salida para los pesados trabajos de agricultura que son realizados a fuerza de trabajo del ser humano. En ese caso, Esperanza era más una persona que realizaba trabajos de hombre, o, por otras palabras, de una persona que tenía fuerza para ser como los otros, especialmente porque sus padres ya tenían una cierta edad: su padre la engendró a los treinta y ocho años y su madre la dio a luz a los cuarenta. Cuando la primera hija de Esperanza y Herminio nació, ella tenía veinte y un años y él, veinte y cinco. Por otras palabras, la madre de Esperanza tenía sesenta y un año y el padre, cincuenta y nove. Para la abuela Manuela, eran muchos años para criar nietos, sumado este hecho al trabajo de labrador, que no dejaba de ser pesado, porque era hecho a mano, a pesar de la ayuda de su grupo de tornajeira. Cuando Carmen nació, los trabajos de las dos madres aumentaran. No se puede olvidar que en los tiempos más antiguos que los nuestros, era casi una obligación guardar cama durante cuarenta días, para recuperar del parto y de la sangre perdida. Era casi una verdad, imposible de desmentir.

Con todo, Esperanza, fuerte como era, al día siguiente para espanto de la familia, estaba en los trabajos normales, tal y cual había acontecido en el período pre parto: nada tenía que ocultar, sus padres sabían de su embarazo, alias, los enamorados hablaron con los padres de Esperanza. Pero el foro debía ser pagado igual y los bienes debían ser producido en cantidades inmensas, porque el propietario debía entregar más bienes que antes, era la época de la dictadura en el Estado Español y el dictador, que por vergüenza no nombro más que todos saben quién era, exigía a la antigua aristocracia, toda cambiada por el referido asesino, y los terratenientes, debían entregar una pensión extra para alimentar ese inmenso ejército que se fue formando. Carmen era colocada en una pequeña cuna en el suelo, que avanzaba con la madre, cuándo los trabajos pasaban más al frente de su terminación. Esperanza paraba de tres en tres horas para dar de su leche, el alimento al bebé. Con tanto trabajo, la leche materna comenzó a disminuir y Herminio tuvo que ingeniarse para tener dinero para comprar leche, que trataba de retirar de la Fundación Caritas de la Iglesia Católica y comprar biberones. Para su vergüenza digo, porque no apenas no era un católico militante, bien como pedir le costaba una ignominia enorme. Pero era su hija y debía tratar de ella. Sus padres no ayudaban, hasta saber el secreto de ese no por su propio progenitor, José Antonio Medela. Dicho y hecho: pasado poco tiempo, en 1953, con su hijo José en el vientre de la madre, se casaron y se fueron a vivir a Gondoriz Pequeño y emigró para Venezuela y ganar ese dinero que sabemos, de la forma que lo ganó y distribuyó adecuadamente entre las personas a las que causaba gastos, no quería ser un deudor , sería su vergüenza y la de Esperanza también.

Para no caer en esa vergüenza de deudores, y como Herminio enviaba todos los meses dinero para pagar los gastos que ocasionaban a otros, Esperanza dejaba a Carmen con Marcelina, su cuñada, y embarazada de Pepe, o con Pepe ya bebé, se empleó como sirviente en la casa de Alicia Louzão, de la casa de los Cadullas del lugar de Vilatuxe, que vivían en Carballiños, casada con el próspero comerciante Salvador Iglesias Fernández, que también tenía tierras bien trabajadas en el lugar de Castro de Arriba. Tenían cuatro hijos que estudiaban. Mientras su marido se ocupaba de sus camiones, traslado de mercancías y de la tierra, Alicia llevaba los libros de cuentas: precisaba de alguien que la ayudara y como Esperanza necesitaba de empleo para colaborar con el marido y su aventura en Venezuela, se empleó con ella. Como he dicho antes, los pocos reales que ganaba, los guardaba en una cuenta de ahorro en la Caja de Ahorros de Carballiños.

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