domingo, 23 de maio de 2010

Mis Camélias.4

Raúl Iturra

3. - La primera enfermedad

Es siempre la más temida, esa primera enfermedad. Talvez, yo diría que toda enfermedad en un niño, es el tormento de los papás. Si ya apenas sabemos lo que es ser papás, mucho menos podemos saber como diagnosticar y mejorar a nuestros hijos enfermos. El tiempo ayuda a entender las enfermedades de nuestros descendientes. El problema es en medio entre la primera vez que el primer hijo se enferma, y la segunda vez que la enfermedad acontece. Con un segundo hijo, ya es diferente, todas las enfermedades del primero, se reproducen en el segundo, apenas que ya estamos advertidos y el miedo es menor. Pero el miedo es miedo igual: los papás nos sentimos impotentes de defender a nuestros descendientes que tanto amamos y los queremos ver siempre sonrosados y alegres. Es por eso que recurrimos o a la familia o a otros padres, para darnos noticias. El hecho de tener hijos enfermos, ha llevado, en los tiempos de hoy, a formar asociaciones de padres con hijos enfermos, o crónicos o apenas una gripe.

Esas asociaciones no existían en el tiempo en que nuestras hijas eran pequeñas y se enfermaban. Había, como conté en capítulos anteriores, las mamás nuestras, las abuelas de nuestros hijos, para preguntar. ¡Era como un sahumerio! Lo que nuestras madres decían, era un santo remedio.

Nunca olvido el día en que Eugenia, con seis meses de edad, tuvo su primer resfrío. Hicimos, o más bien, yo hice, porque mi mujer era paciente y sabía lo que se podía hacer: esperar, sin embargo decidí realizar dos cosas. La primera, fue llamar por teléfono al pediatra que trataba de nuestra hija, que la había vacunado contra todo tipo de enfermedades, casi como si la hubiera inmunizado contra todo tipo de hechizos, o eso nos parecía a nosotros, o a mí. Me parecía que todo lo que se hiciera, era poco para nuestra primera hija. Nuestro pediatra me parecía un santo, ese médico, por nombre, Ángel Machiavelo, de Viña del Mar, el más afamado y más visitados por los papás que tenían medios para pagar, porque su fama hacía parte del precio de la consulta. No había familia "bien", si no iba a la consulta de este Pediatra. Como padres nuevos y orgullosos, seguíamos la corriente. Cada vez que encontrábamos a alguno de familia o amigos, preguntábamos cuál era su médico pedíatra, y la respuesta era inmediata, el Dr. Machiavelo, por supuesto, m"hijo[44], con un aire de languidez Tenía el poder de curar, ese poder que, desde el día en que fui papá, yo hubiera querido tener. Eran los días en que, padre novato, me maldecía por haberme hecho Abogado y no Licenciado en Medicina, una de mis alternativas al escoger profesión a los 17 años. Las Leyes y el Derecho no curaban a nuestra hija enferma, pero, por lo menos, daba dinero para pagar los médicos. Una tía nuestra, Adriana Carretero del Mudo, era Médica Pedíatra y Directora clínica del Hospital de San Juan de Dios, en Santiago de Chile. A ella recurríamos mucho cuando nuestras hijas se enfermaban. Pero, el dictado de médico, cúrese a sí mismo, no funcionaba, era necesario ir a nuestro pedíatra. Adriana Carretero se había casado con Michael Eckhart, de Viena de Austria, y tenían la única hija, que ellos adoraban. Como nosotros a las nuestras. Entre la dirección de Hospital, el cuidado de la hija y su inmenso amor por su marido y nuestros viajes, no había más tiempo para encontrarse. La última vez que la vi fue, fue en nuestro regreso a Chile en los años 70, nos saludamos con todo amor, me felicitó por mis estudios, respondí que en breve iríamos otra vez a Gran Bretaña para mi doctorado, y ella, en su buen humor, comentó a las carcajadas. " ¡Este Raúl!, Acaba de llegar, y ya se quiere ir de nuevo... Fue la última vez que la vi o he sabido de ella. Agregó:"hombre, quédense, acá, hacen falta". La única socialista de nuestra extensa familia. Era casi una premonición mía, yo no sabía que iba a tener que volver, en breve, por la fuerza de la historia de Chile, como relato en otro libro.

Bueno, en esa mi costumbre de desgarrar el texto central, iba dejando de parte la historia de la primera enfermedad de Eugenia. El día que Eugenia se enfermó por la primera vez, quedé deshecho, llamé primero a nuestra madre, que me dio apoyo y dijo que era normal que los bebés se resfriaran y que lo que debía hacer era poner agua a hervir en el cuarto de la niña, para que el vapor la ayudara a respirar. Lo hicimos de inmediato. Sin embargo, no podía separarme del lado de su cuna, esa cama-cuna con barrotes, muy antigua, toda pintada de blanco, en acero macizo, que Mariana Giacaman nos había prestado, la cuna de ella en bebé, la cuna que Panchito, el hijo de ellos, iría a ocupar después, y que fue, antes, fue usada por Eugenia. Tenía los ojos rojos y las lágrimas del resfrío caían cara abajo y nariz abajo. No fui a trabajar y pasé el día todo al lado de nuestro bebé. Gloria me dijo que así no le dejaba descansar, que ella tenía que reposar y dormir para mejorar, y se moría de la risa al ver el escándalo que yo hacía... por un simple resfrío. Salí a la calle, en mi exacerbación compré un xilofón para ella jugar, olvidándome que un bebé tan pequeño, de ocho meses apenas, no podía manejar ese tipo de instrumento. Tocaba para ella la típica canción inglesa para adormecer a los niños pequeños, cuya letra y pentagrama venían en la caja de música, es canción que en inglés se llama "Little Star", canción que pasó a ser casi un himno de familia hasta el día de hoy. La canto a los hijos de Eugenia, que, ya crecidos, no agarran papa[45]. Oír la canción del Opa Daddy o Abuelo en Neerlandés, o Holandés, como es vulgarmente llamado en Castellano. Fue necesario aprender otras canciones para nuestras hijas crecidas y para nuestros nietos, siendo ellos los que, hoy en día, me cantan a mí. Nietos, ese placer de los dioses que, en el día de la enfermedad de Eugenia, ni imaginábamos que íbamos a tener. Estábamos tan ocupados con el crecimiento de ella en esos días, y de Camila después, que no pensábamos en el futuro de ellas. O de ella, en singular, por ser apenas una hija que teníamos, en la fecha a la cual me refiero. Estábamos a preparar nuestra ida Gran Bretaña para hacer mis cursos de pos graduación. Partimos y ahí fue que aprendimos que, si no hay familia, hay una forma de ayudarse, al buscar compañía en Asociaciones de padres, referidas así: La enfermedad de un hijo o hija es una noticia difícil de asimilar. Causa un impacto importante que, sobre todo en los primeros momentos, hace imprescindible el apoyo de otras familias que han pasado por la misma experiencia. Las asociaciones de padres con hijos enfermos aseguran que el apoyo mutuo es clave para superar el desconsuelo y la incertidumbre de quienes se enfrentan a esta terrible situación. Por ello, se encargan de informar a las familias sobre cualquier duda acerca de la enfermedad, organizan terapias de grupo para intercambiar experiencias y programan actividades de ocio para que los más pequeños disfruten, dentro de lo posible, de una vida prácticamente normal[46]. Hoy en día, sé que este tipo de colaboración existe, por causa de que mi antiguamente enferma hija Eugenia, ha hecho un convenio con sus vecinos y amigos, para hacer turnos con ellos los Sábados: las niñas hacen ballet, los niños van a la piscina, llevados en automóvil por uno de ellos. Es como aconteció conmigo durante un tiempo, cuando mi mujer estaba enferma y fue preciso ir al Hospital con ella, como relato en otro libro sobre el tema. En los años setenta y en Cambridge, era la Parentless Children"s Association o Asociación de Hijos sin Padres o Madres, es decir, cuando faltaba un miembro de la pareja, asociación referida en las varias entradas de la Asociación que paso a citar en la nota de pié de página[47].

ésta fue una de las enfermedades de Eugenia cuando era aún bebé, la primera, fue por eso que nos alarmamos tanto, o yo, por lo menos. Ver nuestro bebé con los ojos llenos de lágrimas, con dolor de oídos, sin sonreír e batir los brazos, como siempre hacía cuando nos veía, con los mocos[48] colgando de su nariz, era una simple catástrofe Más tarde, estábamos habituados a los resfriados, a las otitis, y otras enfermedades que pasaron a ser el hecho cotidiano de nuestras vidas. Vidas pasadas entre el aire caliente de la casa y el aire frío del exterior. No existe país que no haya estado la familia Iturra, que no pasara a ser el símbolo de enfermedad e ir al médico, era una constante procesión, un calvario para todos. Los médicos ya no crían en nosotros. No olvido el día en que una médica de nuestro centro de salud, surgery en inglés, me gritó: "There is not one single day in the week that we do not have an Iturra amongst us. Either you do not know how to take care of your children, or you are hypochondriacs". Como es evidente, salí avergonzado y comenzamos a tomar cuenta de las niñas nosotros mismos. Comenzábamos a aprender. Estábamos habituados a ir al médico por todo o por nada, especialmente por tener médicos dentro de la familia. Debo decir también, que entre la burguesía chilena, ir al médico, era parte de la clase social: los más pobres del país, estaban siempre enfermos, los más ricos, era... elegante, era una forma de distinción. Los chilenos viven con el médico y los profesionales fomentan esta dependencia, porque así ganan mucho dinero. No hay conversación que no haya tenido en Chile, en que no se hable de médicos, de enfermedades, es una dependencia cultural, que nos parece natural. En Europa es al contrario: de lo que se trata en este Continente Viejo, es libertar a las personas de su adicción preferida, la consulta médica, o de su tema habitual, enfermedades, así como de enseñar a todos como las personas deben tratar su cuerpo. Es un problema social para los Estados Europeos que, recientemente, en el Siglo XXI, han comenzado a hacer de las farmacias un sitio privado y muchas de las medicinas son vendidas en los supermercados, como otro producto comestible. He leído sobre esto en el texto citado al pié de esta página[49].

No resisto lanzar un reto, en esta parte de mi texto sobre nuestras hijas, que estamos a volver para atrás en la vida social. En estos días que escribo este texto, celebramos 34 años de un Portugal sin dictadura. Sólo que no es en la enfermedad o en la salud, es en el tratamiento de nuestras personas. En el Siglo XVIII, el filósofo escocés, Adam Smith[50], había escrito un libro sobre un texto denominado: Una encuesta sobre la razón y las causas de la riqueza de las naciones, que se intitula en inglés, de la forma referida en la nota de pié de página. La obra abre así lo que hoy en día es denominado la teoría liberal de la economía, es decir, una competencia entre los seres humanos para ver quién era más rico, al saber invertir su dinero en bienes que rindan más bienes y como era obligación del ser humano trabajar para progresar él propio y así hacer progresar a su país.[51]. Karl Marx[52] usa mucho el libro de A. Smith[53], para discutir el concepto de mercancía, de dinero, de plusvalía, especialmente de acumulación, acumulación primitiva y el concepto de que és el dinero invertido lo que produce dinero, o la fórmula conocida como MDM1= MDM2, así como émile Durkheim[54], de ideología Socialista en su interacción social y en su ciencia de Sociología, combate el texto y a la ideología liberal, al decir, en sus tesis de doctorado de la Escuela Normal de París, después libro, al decir que Smith se había engañado al no decir que la riqueza viene del trabajo, lo que Durkheim encuentra, pero que existe, dentro del trabajo que reproduce a la sociedad, una división social entre todos sus miembros, división no sólo entre la Propiedad de los bienes que crean riqueza, bien como en las habilidades de cada miembro de la sociedad para aportar bienes, según su propia forma de contribuir, con su habilidad, a la creación de bienes de consumo y bienes de producción, idea retirada de los volúmenes de Karl Marx, El Capital, ya citado antes. Todos ellos concuerdan en el hecho de que para reunir capital, es necesario trabajar en los bienes de producción y reproducción de otros, y que el cuerpo del individuo, como el de su familia, debe estar sano para que no les sea descontados los días sin trabajo, en esos años sin Seguro Social Obligatorio, apenas con la Mutualidad[55] que los obreros habían creado para defenderse en caso de necesidad y sobre la cual Durkheim se extiende largamente en su libro sobre la división social del trabajo, que después Mauss[56] iba a desarrollar y comparar en su texto sobre sociedades por él denominadas, arcaicas.

Grande vuelta que he dado en este texto que narra historias de vida. La cuestión debatida es que, hoy en día, la salud es tan importante como era antiguamente, para poder trabajar y ganar la vida. Era, talvez, ese el motivo de nuestra preocupación por la salud de nuestras hijas, por causa del neoliberalismo actual, en las ideas sociales, necesitar de gente sana para poder trabajar. Hoy en día, en el siglo XXI, adherimos, lo queramos o no, a las ideas del Siglo del feudalismo, muy basado en las ideas del neo-liberalismo Freedmanista, analizado por mí en muchos libros. Pero no puedo dejar de reproducir un texto net, que habla claramente del mundo en el cual vivimos: "Hoy vamos a recordar la figura de una persona que nos dejó recientemente: Milton Friedman. No quiero engañar a nadie, yo no soy ese tipo de personas que piensan que debe hablar bien de alguien por el simple hecho de habernos abandonado. Lo único bueno que se puede decir de este señor es que ganó el premio Nóbel de economía en 1976, pero creo que esto habla peor de este premio que bien del personaje, claro que eso, contado así, no es más que una mera opinión.
Hablar de Friedman es hablar de la "escuela de Chicago" ya que él fue su máximo exponente y sus teorías económicas guiaron a gobiernos como el de Richard Milhous Nixon, Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Augusto Pinochet, que bajo sus auspicios borraron todo rastro de política económica keinesiana. En pocas palabras, Milton Friedman es el padre del neoliberalismo económico que promulga la diferenciación social entre los sometidos a las multinacionales y un mundo pario que no merece ningún respeto. Por supuesto que esto no se formula así en sus teorías. Friedman, y en general la escuela de Chicago, retorna a las ideas esenciales de Adam Smith, sin embargo, la teoría de la mano invisible se fue desmoronando conforme evolucionó la globalización. Tarde, muy tarde se descubrió la máxima de que "la riqueza ni se crea ni se destruye, sólo cambia de manos". Cuando no tenía un conocimiento global los mercados se autorregulaban y compensaban solos, pero ahora vemos que para producirse esa regulación debe crearse un nuevo flujo de recursos mercantiles desde otro lugar que descompensan en origen y a su vez se regula con recursos de otro lado, etcétera. Los flujos de compensación se globalizan, pero cuando en un punto se concentran varios flujos de compensación, se produce una crisis, esta crisis impide que los recursos de compensación fluyan de la forma necesaria y eso extiende la crisis de mercado en mercado buscando una mano invisible que los compense y si esa mano no llega aparece una crisis global. El mejor ejemplo de este tipo de crisis fue el de los "tigres asiáticos" y en el fondo de esta crisis el error de la escuela de Chicago.

La teoría neoliberal no es una teoría real, lo cierto es que no es más que una burda excusa para que las grandes empresas puedan seguir sus formulas fagocitarías de mercados. El neoliberalismo se resume en una frase: "lo que es bueno para la empresa es bueno para todo". Creo que la palabra Irak ya lo dice todo. Pero el neoliberalismo olvida también la parte más trabajada del discurso de Adam Smith cuando intenta definir en que consiste la mano invisible. Según Smith la mano invisible es producto del egoísmo de los mercados, no dejaba de fascinarle como una ciudad como París (enorme ya en aquella época) se autoabastecía con productos que, en ocasiones, venían desde muy lejos. Smith explicaba como algunos comerciantes eran capaces de traer los recursos desde muy lejos en busca de su beneficio económico… París era el mercado. Pero en la actualidad quien comercia son las grandes empresas y el egoísmo no está en ese ser jurídico e impersonal, sino en sus ejecutivos y accionistas. Ahora el mercado ya no se abastece de lo que este necesita sino que el comprador debe aceptar lo que a las empresas les produzca mayor beneficio. Cualquiera puede decir que los mercados tienen más variedad de productos de los que ha habido nunca, pero si nos fijamos esto es una falacia, lo que realmente tenemos es una enorme variedad de productos elaborados con un número de productos muy reducido y , entre tanto, gran variedad de productos base están desapareciendo. Un ejemplo claro: hace cien años se producían cerca de diez mil vegetales comestibles, en la actualidad a duras penas llegamos a trescientos.

Así pues, en la sociedad empresarial de hoy día, los movimientos económicos se mueven bajo los dictámenes del egoísmo de directivos y accionistas. Pero podemos eliminar a los accionistas ya que el pequeño accionista no cuenta, solo cuentan los grandes que a su vez vuelven a ser empresas y, por tanto, dominadas por otros ejecutivos. Esto convierte a esos ejecutivos en los seres más poderosos del mundo, sin embargo, eluden las responsabilidades que ese poder implica. En los años setenta, el neoliberalismo paternizó a unas multinacionales verdaderamente poderosas e irresponsables y el mundo cambió hasta que la crisis del petróleo le puso freno. Para sobrevivir (la empresa era la única importante) las empresas de la época despidieron empleados a manta… solo una gran empresa japonesa de ámbito tradicional plantó cara a esa tendencia: Toyota. Toyota mantuvo a sus empleados a pesar de perder casi todo su mercado, cosa que tiene merito especial porque la automoción fue uno de los mercados más afectados. Cuando a finales de esa década la OPEP accedió a aumentar la producción, las empresas de automoción tardaron en recuperar su ritmos de producción, salvo Toyota, que en nueve meses paso del quinto al primer lugar entre las empresas japonesas de automoción y del dieciocho al tercero en el mundo, fue entonces cuando accedió a fabricar vehículos Honda en sus factorías, salvando a esta compañía que, poco tiempo después, inició su expansión por todo el mundo.

Pero si hablamos del triunfo de una empresa no neoliberal también podemos hablar del fracaso de grandes empresas neoliberales en el sentido puro y duro: ENRON y Pan-Am.
Pero no todo en Milton Friedman fue neoliberalismo. Partiendo de su crítica a Keynes explicó los efectos inflacionistas de la sociedad del bienestar, sin embargo, en lugar de intentar compensarlos, prefirió atacar directamente al estado del bienestar preconizado la ley de la oferta y la demanda libre. Fruto de esta teoría Gran Bretaña desmontó su sistema de seguridad social por otro más parecido al norteamericano en manos privadas. Originalmente los británicos salieron beneficiados con el cambio al eliminar las corruptelas funcionariales, pero en la actualidad, años después, sufren la eliminación Eugeniatina de servicios para mantener el beneficio que la empresa privada exige.

Friedman también actualizó la teoría cuantitativa de la moneda y defendió un sistema socialista de impuestos donde el que más ganaba debía aportar mayor porcentaje a las arcas del Estado para pagar un sistema social, esto es algo que el nuevo neoliberalismo más salvaje no ha seguido y es algo que el denunció, porque su máxima aportación a la economía fue la aportación de ideas y teoría para salvar las crisis económicas y ya hemos visto como la espiral egoísta es la fuente principal de estas crisis.

Pronto sabremos si su muerte abre la puerta a un neoliberalismo más salvaje o el retorno a las economías sociales. Porque Milton Friedman, a pesar de su avanzada edad, era escuchado por todos los líderes de la economía mundial y su desaparición traerá cambios en las políticas económicas de las naciones más poderosas así como en la OMC, el FMI y el BM.

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